jueves, 20 de agosto de 2015

¿DECLINACION DEL PUNTO Y COMA?

THE DECLINE OF THE SEMICOLON

Autor: Miguel Ruiz de Castilla
20 de agosto de 2015
Lima - Perú

ABSTRACT
The increasingly infrequent use of the semicolon and other punctuation marks, produced in the Spanish language, a considerable loss of the essence of language. This article deals with the frequent adjustments to the Spanish language to the current globalizing prevailing in the world.

RESUMEN
El cada vez más infrecuente uso del punto y coma y de otros signos de puntuación, produce en el idioma español, una pérdida considerable de la esencia del idioma. Este artículo trata de esta circunstancia a la luz de las frecuentes adaptaciones del idioma español a la corriente globalizante que hoy impera en el mundo.

Hace solo unos pocos lustros, el idioma español ha sufrido algunos sutiles pero importantes cambios, lamentablemente poco advertidos y nunca suficientemente justificados. Son emblemáticos los casos de la exclusión definitiva de la “ch” y de la “ll” del abecedario que, como se dijo en su momento, son “conjuntos de dos letras o grafemas que representan un solo fonema”, además se dijo que de esa manera “el español se asimila al resto de las lenguas de escritura alfabética”[1]. A la fecha se ha cambiado el nombre de algunas letras, por ejemplo la “i griega” se llamará “ye” y la “i latina” simplemente se llamará “i” [2], siempre con el poco consistente argumento de la uniformización idiomática global. Ya había ocurrido un caso similar en 1991 cuando la Unión Europea (UE) pretendió suprimir la letra “ñ” de los teclados de computadora, pues España exigía ese requisito para los productos vendidos dentro de su territorio; la UE la consideraba una medida proteccionista que violaba el principio de libre circulación de mercancías. Felizmente la RAE reaccionó oportunamente y en abril de 1993 con un Real Decreto el gobierno español se acogió al Tratado de Maastricht, que admitía en la UE excepciones que tuvieran carácter cultural[3].

La profusión de textos sobre distintos formatos, por la revolución de la información omnipresente y las tecnologías disponibles, ha contribuido a que aquellos cambios, pasen a veces totalmente desapercibidos y notoriamente ignorados por el público usuario del idioma.

En este pequeño artículo, nos vamos a referir específicamente al uso cada vez menos frecuente del punto y coma tanto en el periodismo tradicional cuanto en la mayoría de los textos web; incluso en la literatura de autores jóvenes, hay una ausencia notoria de este importante signo de puntuación, que parece haber caído en la obsolescencia o quizás, esperemos, sólo sea víctima de la indiferencia producto de la ignorancia globalizada.

TECNOLOGÍA COMUNICACIONAL: USO Y ABUSO

Los tiempos tecnológicos en que vivimos, con la tecnología de comunicación disponible, y los distintos soportes de comunicación, han privilegiado la brevedad y la concisión, además de la inmediatez temporal y la tendencia a la practicidad y abreviación idiomática. Las redes sociales, imponen la impronta de lo breve, de lo efímero, de lo practico en desmedro de lo estético, el fin que se impone a los medios, etc. Debemos aceptar que estos tiempos ya no son de largos discursos, de explicaciones prolongadas ni menos de argumentaciones complicadas; estamos en una época en la que el uso de los dedos pulgares[4], supera al de la facultad del habla.

Es evidente que la predominancia de frases cortas, intercaladas y abreviadas, no es el mejor escenario para el uso de ningún signo de puntuación; hay una suerte de economía del dígito, se escribe sólo lo indispensable y se abusa impunemente de la abreviación y la transgresión idiomática a todo nivel. Además, el signo de puntuación parece obsoleto en medio de frases tan cortas que los hacen innecesarios ¿Para qué escribir un punto aparte o seguido? ¿Para qué una coma o punto y coma? ¿Para qué escribir dos puntos? Los signos de puntuación no encuentran lugar ni terreno propicio en medio de la predominante cortedad tecnológica.

EJERCICIO DE FUTUROLOGÍA

Supongamos por unos instantes un escenario en el que el punto y coma desaparezca como signo de puntuación, fundamentalmente por la falta de uso; razón principal por la que la RAE decide la admisión o inadmisibilidad de una palabra o símbolo. La supervivencia del signo de puntuación, en primer lugar se prolongaría por el uso que de aquellos hagan las personas que lo han incorporado en su acervo personal desde antes de su desaparición; ese uso ciertamente terminaría con la cronología de sus vidas, en vista de que la trasmisión a las nuevas generaciones sería improbable e incierta. Una segunda posibilidad es que la tecnología, presunta responsable del retiro de los signos de puntuación o de la inadmisibilidad de los mismos, sea su salvadora, pero no con el objetivo esperado sino porque ha incluido dentro de sus múltiples lenguajes de programación al punto y coma entre otros, como uno más de sus símbolos o componentes léxicos (tokens). Quizás solo por eso se aseguraría su supervivencia, pero la pausa de duración indeterminada del punto y coma, aquella que los oyentes solemos advertir instintivamente cuando escuchamos y que nos induce a seguir oyendo, desaparecería irremediablemente de nuestro lenguaje familiar y cotidiano.

LA EMOCIÓN DE LA PUNTUACIÓN

Se dice que la comunicación efectivamente se establece cuando hay una conexión entre un emisor y un receptor; ciertamente la reciprocidad comunicativa puede darse, aunque, es cierto, no es del todo obligatoria para que dicha conexión se establezca. Sin embargo la comunicación no es una simple trasmisión de símbolos auditivos o gráficos, tiene anexa una connotación más compleja: junto al mensaje o al discurso se trasmite una carga espiritual y emotiva, que el discurso escrito pretende traducir lo más fielmente posible; es ahí donde los signos de puntuación cobran particular importancia.

Hay que añadir que los signos de puntuación tienen un papel muy importante en el idioma. Los diferentes signos disponibles, marcan el ritmo del discurso; establecen énfasis y lógica en las frases y sentencias; localizan las necesarias pausas en el momento oportuno; en resumen, equiparan el lenguaje escrito con su referente genuino: el lenguaje hablado.

Lo dicho en el párrafo precedente sirve igual para todos los idiomas en los que la puntuación, adecuadamente utilizada, produce un efecto que va más allá de la simple pausa en el discurso y avanza hasta darle aquel contenido emocional. Ilustremos lo dicho en el idioma inglés. En su celebrada obra "David Copperfield", Charles Dickens, escribe la famosa frase: "Tell her, 'Barkis is willin'!' Just so."; esta frase es pronunciada por el personaje Mr. Barkis, el cochero, que conversa con David; se trata de un encargo para Mrs. Peggotty, una mujer que sirve en casa de los Copperfield, y de la cual Mr. Barkis estaba enamorado y que pretendía en secreto[5]. Nótese bien el sentido de la frase y la elocuente pausa y énfasis que la puntuación produce.

Miguel de Cervantes ejemplifica muy bien el sentido emocional de las pausas de puntuación cuando hace decir a Don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

A MODO DE CONCLUSIÓN

El DRAE felizmente aún conserva los signos de puntuación y todavía explica la pertinencia de su uso, aunque de una manera técnica por la brevedad que también la asola. Un idioma debería mantener aquel poder de servir de medio para trasmitir algo más que signos efímeros; acoger y no rechazar aquello que le da trascendencia y espiritualidad; rechazar aquellos intentos de uniformización globalizante que destruye lo genuino y único, con el pernicioso objetivo de aquella entelequia de la comunicación global. Nunca debe bastar conformarse con sólo hacerse entender, y siempre será mucho mejor hacerse sentir.

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[1] RAE (Real Academia Española de la Lengua), “Exclusión de la ch y de la ll del abecedario”, tomado del siguiente enlace: http://www.rae.es/consultas/exclusion-de-ch-y-ll-del-abecedario
[2] Cfr. http://www.emol.com/noticias/internacional/2010/11/05/445512/rae-decidio-eliminar-letras-del-alfabeto-y-cambiarle-el-nombre-a-otras.html
[3] Cfr. Wiki, https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%91#La_pol.C3.A9mica_con_la_UE_en_1991
[4] Curiosamente el uso del dedo pulgar, según muchas investigaciones, es un signo antropológico de evolución respecto a nuestros ancestros primates; los latinos lo denominaban pollex (dedo pólice) y también digitus primus manus (primer dedo de la mano). Actualmente su uso frecuente, podría interpretarse como una reedición de aquella evolución o bien como una nueva etapa evolutiva humana. Recordemos que sólo el dedo pulgar tiene la natural habilidad para moverse en todas las direcciones sin mover siquiera la mano.
[5] La escena y la frase, dicha con simpleza y espontaneidad, ha sido muchas veces repetida tanto en las conversaciones personales, obras de teatro e incluso canciones. Todo inglés medianamente informado, al escuchar la frase, comprende perfectamente su sentido e intención, y recuerda la escena y la circunstancia. Es uno de los momentos de sutil genialidad literaria de Dickens.